viernes, 31 de agosto de 2012

La lluvia ha llegado esta noche a la ciudad

Hola a todos y todas.

Esta tarde, casi a la noche, ha comenzado a llover en mi ciudad. Hacía mucho tiempo que no llovía y ansiaba como un niño que espera la mágica noche de reyes magos, que viniese lo más pronto posible, porque se necesita el agua para vivir.

El ambiente estaba muy caldeado, las alergias por el polvo iban en aumento, y mis oraciones personales, hacían un llamamiento para que el maná cayera del cielo. No pedía yo una lluvia torrencial y devastadora que se llevase todo por delante, como en una catársis total, sino más bien esa lluvia que gusta a la mayoria de la gente a quien sueles preguntar. La lluvia fina y contínua, caída en una duración de unas dos horas, que refresca el ambiente, purifica el aire, y deja un delicioso olor a hierba mojada.

Es cierto que nunca llueve a gusto de todos, pero si esta lluvia tan deseada no llegaba, las cosechas, la salud de las gentes y el ánimo más encendido que nunca por la sofocante atmósfera cálida del sureste español, no hubiesen podido aguantar mucho más.

¿A quén no le gusta ver llover tras el cristal, salpicado por miles de pequeñas gotitas producto del repiqueteo del agua en los hierros de las balconadas y ventanales?. Hace bajar la temperatura del ambiente durante unos días, y, en invierno, hace un llamamiento a quedarse en casa con tarde de película de videoclub, mesa de camilla con faldones y repaso de álbumes de fotografías que traen a la mente añoranzas y recuerdos del pasado.

Lluvia, que palabra tan bonita. No la lluvia traidora que devasta a su paso; no esa lluvia que rompe las almas de las gentes arruinando sus cosechas o llevándose en un momento las pertenencias de una vida. La lluvia que da la vida a cada gota que cae, que evoca y llama al ánimo a recuperar sus más íntimos recuerdos.

Esa es la lluvia que a mi me gusta y la que está cayendo haciendo un soniquete en las hojas del árbol que tengo frente a mi casa. 

Recibid un abrazo de mi parte.

Juanjo O'Pater